miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 6, parte 5


—Según nuestras leyendas—empezó el semielfo—, los elfos fueron los primeros en ser creados por nuestros dioses. Por desgracia, al ser los primeros, esos dioses cometieron un inmenso fallo, ya que no tenían un sexo definido y por tanto no podían reproducirse. Así que, tras muchos experimentos y deliberaciones fallidos, decidieron dividir a cada una de sus criaturas en dos, cada una con un sexo. Ese es el origen de las seleen inima, dos personas diferentes pero que forman un solo ser. Todo el que tenga algo de sangre elfa en las venas puede tener un seleen inima, aunque eso lo deciden los Destinos.
—Así que somos almas gemelas… Me imaginaba algo así, siento algo extraño desde el momento en que te vi.
—Si fuera sólo eso, princesa…  Las seleen inima no se sienten completas hasta que no encuentran a su pareja y sus almas están condenadas a reencarnarse hasta que eso ocurre y realizan cierto ritual de unión, según se dice. Por desgracia, ese ritual implica que cuando uno de los dos muera el otro muere también, y que si uno sufre el otro lo nota a la vez. Además, aunque pueden tener relaciones sexuales con otras personas, sólo podrán tener hijos con su seleen inima. Y se han dado casos, aunque son los menos, en los que dos seleen inima no estaban enamorados de su otra mitad, sino de otras personas, y eso resulta siempre doloroso. ¿Entiendes por qué no te lo dije antes, princesa? Al parecer también tienes algo de sangre elfa y todo el que lleve nuestra sangre está condenado a tener un seleen inima. No soy la clase de tipo que viva su vida en reclusión, y hay altas posibilidades de que sea capturado o muera mucho antes de lo que debería. Pero es algo sobre lo que no se puede elegir y me temo que te he tocado yo.
Kati se quedó pensativa durante un buen rato y después dijo:
—Hiciste bien en no decírmelo desde el principio. Me habría dado un ataque de pánico.
Ares la miró con aspecto culpable y preguntó casi con miedo:
—¿Y ahora?
Kati le miró con dulzura y, acariciando su mejilla, se limitó a inquirir:
—¿Cuándo hacemos el ritual?
***
La luna llena se alzaba alto en el cielo cuando Kati apareció en el claro del bosque con un vestido de gasa prestado especialmente para la ocasión. No había mucha gente (sólo la banda, Tabide, Asdeen y Diodec) porque el ritual de las seleen inima era algo muy privado, limitado a la familia y los amigos más cercanos.
Se sentía con los nervios a flor de piel (no dejaba de ser una boda, y sabía lo que venía después), así que avanzó con timidez hasta que Ares entró en su campo de visión. Realmente amaba a ese semielfo, y le encantaba la perspectiva de compartir el resto de su vida con él, a pesar de los riesgos. Al llegar a su altura, se miraron a los ojos y Ares le acarició suavemente el cabello. Unos pocos minutos después, pronunciaban las palabras que les unirían para siempre.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Capítulo 6, parte 4


Kati despertó en una habitación desconocida, con la mano de Ares apretando la suya.
—¿Dónde—
—No se te ocurra incorporarte, princesa. Aún estás demasiado débil.
—¿Qué ha pasado?
—Que me has salvado la vida—respondió divertido Ares. —Wargot tenía una bomba de neutrones en el estómago asociada a un conjuro de contingencia para que estallara en el momento en que su alma abandonara su cuerpo. Supongo que en principio lo hizo para evitar un potencial asesinato contra él, pero al volverse loco decidió usarlo contra mí si fracasaba en el duelo. A fe mía que eres poderosa, Kati. Nada puede parar una bomba de neutrones así como así, y tú lo hiciste.
Kati se quedó un rato pensativa, recordando poco a poco lo que había ocurrido.
—¿Qué diablos es un conjuro de contingencia?
Ares se echó a reír con todas sus fuerzas ante la mirada atónita de la muchacha, que preguntó algo irritada.
—¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
—Está claro que relacionarte con nosotros te ha sentado bien, princesa. No sólo has blasfemado invocando a ese diablo mitológico de las corporaciones, sino que además tienes más curiosidad por saber qué es un conjuro de contingencia que preocupación por haber tenido el poder para parar una explosión imparable. Tus prejuicios contra lo mágico se han evaporado como un charco en pleno desierto.
Kati sonrió con debilidad y respondió:
—Bueno, supongo que convivir con un clérigo y un nigromante y saber que ya he usado esa extraña magia dos veces para salvarte me han hecho comprender que es demasiado útil como para rechazarla… Después de todo, lo quiera o no es lo que soy, así que más me vale aceptarlo.
—Esa es mi princesa—sonrió Ares, tras lo cual le dio un apasionado beso.
—Si interrumpo, vengo más tarde…—dijo una voz conocida desde la puerta.
—¡Tabide! —exclamó Kati contenta de ver a su amiga elfa.
—La misma—respondió esta, con una sonrisa. —¿Cómo te encuentras, pequeña? Aunque supongo que no hace falta preguntar, en vista de lo que estabais haciendo cuando llegué…
Kati se sonrojó ligeramente, pensando que era la segunda vez que les interrumpían en pleno beso, y decidió cambiar de tema.
—¿Entonces estamos…
—En nuestra capital, Dadieldi. Bienvenida al nuevo país de los elfos—dijo con una sonrisa la elfa, y acercándose a Kati para tomarle la temperatura y examinarla. Ante la mirada de extrañeza de la chica, le explicó que además de exploradora era sanadora—. Por eso soy tan imprescindible—bromeó. Ares carraspeó disimuladamente, lanzándole la indirecta de que quizás estaba prolongando demasiado su visita a la paciente—. Bueno, como veo que estás perfectamente, os dejo solos ya. Tenéis mucho de que hablar.
Tabide salió precipitadamente por la puerta con una risita y Kati miró a Ares levantando una ceja.
—Bueno, princesa. Va siendo hora de que te hable de las seleen inima.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo 6, parte 3


El vociferante orco entró en el claro gritando:
¡Ares! ¡Da la cara, maldito mestizo!
En el estrecho campo de visión que les dejaba una pequeña grieta en la tela de camuflaje del pequeño escondrijo, apareció un orco de aspecto feroz cubierto con un traje de combate completo. Ares se acercó con parsimonia al orco y empezó a hablarle en voz tan baja que Kati no pudo escuchar lo que decía.
El orco no se dejo convencer de lo que quiera que dijera el semielfo y sacó un inmenso espadón que colgaba en su espalda. Ares le mostró sus armas, todas de tecnología avanzada y con la capacidad de partir en dos el espadón con facilidad. Finalmente, el orco pareció entrar en razón y sacó una espada láser, instando al incursor a hacer lo mismo.
Encogiéndose de hombros, Ares sacó con gracilidad su sable láser (que solía llevar más por estética que por otra cosa, al preferir las armas a distancia) y lo encendió también.
Es un duelo a muerte. No intervengáis –ordenó a Sombra y Amanecer, que asintieron con solemnidad.
Cuando acabe contigo, maldito tirillas, partiré a esos dos en dos y luego mataré lentamente a esa adicta a los trastos cuyo olor capto por aquí cerca. A la otra, la que es tu amante, me la reservo para mí, y la entregaré a las autoridades cuando acabe con ella.
Ares frunció el ceño y se limitó a responder:
Pensaba dejarte vivir, orco. Pero has conseguido que cambie de idea.
No te preocupes susurró PF a Kati al mirar su cara de preocupación. –Ese estúpido orco se cree muy listo por haber arrastrado a Ares a una lucha con espadas, pero ha cometido un error.
Lo sé, y confío en él. Pero noto algo extraño, no sé cómo explicarlo. Es como si no le importara en absoluto morir.
PF fue entonces la que mostró su preocupación:
—No entiendo demasiado de magia —dijo frunciendo el ceño—. Pero sí que sé que normalmente a los magos la intuición nunca les falla y tú te pareces a un mago. ¿Crees que serías capaz de hacerle un sondeo, o algo similar, para ver qué trama?
—No lo sé, nunca lo he intentado y no controlo nada los—
—¡Tienes que intentarlo! Ese orco loco podría haber pensado cualquier cosa, y ahora me parece realmente sospechoso que exigiera un duelo de estas características.
Kati asintió e intentó concentrarse en la mente del orco, haciendo caso omiso del combate, que había llegado a su punto álgido y se había convertido en una danza de luces salvaje en la que el semielfo llevaba la iniciativa. Al fin, el incursor pilló al orco con la guardia baja y hundió su espada en el mercenario, justo en el momento en el que Kati descubría el plan del orco.
—¡No le mates, estallará! –exclamó gritando Kati, saliendo del escondrijo rápidamente y corriendo hacia Ares. El orco esbozó una última sonrisa siniestra antes de volar por los aires.